De la pasividad al activismo
Cabe pensar en los ateneos como espacios de encuentro del pensamiento crítico puesto al servicio de la sociedad: libre pensamiento, formación y enseñanza, discusión científica, creación artística o vinculación de proximidad y adaptación al medio. Estas señas de identidad genéricas les confieren una posición activa, clave en la cultura local.
Así mismo, los ateneos son instituciones estrechamente vinculadas con la aparición y la conquista del espacio público, ya sea ilustrado, burgués o proletario.
Los ateneos son nuevos centros de sociabilidad libre, donde los individuos se reúnen en plano de igualdad en virtud de su valor personal y no corporativo, donde los cargos y las decisiones responden a un principio democrático.
Pero más allá de las aportaciones históricas, debemos plantearnos si actualmente la mayor contribución de los ateneos a la sociedad es la activación de capital social.
Actividades en apariencia nimias, como organizar una campaña de recogida de alimentos, diseñar una zona de ocio con el vecindario o proponer mejoras en el mobiliario urbano del entorno son ocasiones para la activación de capital social, entendido a la manera del sociólogo Robert Putnam.
Putnam define el capital social como fruto activo de la cooperación organizada entre miembros de la comunidad que establecen relaciones bajo la interiorización de valores (confianza, reciprocidad, solidaridad) y a través del tejido social, de las normas formales e informales y las instituciones.
Los ateneos ejercen un papel clave de antenas de nuevas necesidades ciudadanas en materias como formación y crecimiento personal, conocimientos alternativos o no reglados, construcción comunitaria en materia de cultura y urbanismo… Si prestamos atención a la realidad social, esto nos permitirá armar una programación que convoque inquietudes y recursos humanos disponibles en nuestro entorno más inmediato. El nuevo capital social requiere de innovación.
La necesidad de «actualizar» o «reinventar» forman parte de nuestro discurso pero probablemente deberíamos estar atentos para acoger aquello que ya está actualizado o que ya está reinventándose ahora mismo.
El debate sobre los ateneos me parece no sólo bueno, sino importante. Tan sólo diría que se puede vincular, sin exceso, con el reto contemporáneo de la educación permanente, indispensable para la formación en libertad de personas libres y con capacidad de ejercer la crítica, y la adquisición de herramientas de aprendizaje que, como siempre, ni tienen límite sociológico ni se adecuan a ninguna franja de edad.
El entramado asociativo y cultural de los ateneos -otra manifestación de la formación y el ocio (van juntos) de los adultos, es indisociable de la defensa del proceso de emancipación de todas las personas respecto a cualquier sometimiento a ninguna relación de poder, patriarcal , familiar, sexista, económica, mediática (muy presente, por ahora) etc.
El Ateneo, la formación, la sociabilidad, el ocio, la construcción de cultura, la asociación en el mundo de los adultos, como antídoto ante la superficialitzación de las relaciones humanas y la atomización de las relaciones sociales. Indispensable para crecer juntos, para continuar juntos, para enfocar la vida con rigor, alegría y salud (psicológica, física y, también, democrática!)
Molina